martes, 7 de octubre de 2014

Rutina

Aquella mañana quería escribir,
un tanto descompuesto de tanta melancolía,
buscando inspiración pensando en ella,
como todas la mañanas que despertaba con su rostro en mis sueños.
Y quería volverme beso, perderme en sus labios,
Volverme voz y perderme en su garganta.
Quería escribirle para contarle mis deseos.
Esa mañana se pasaba desapercibida,
medio insípida, un poco manchada.
Y no pude, no escribí mis torpes versos;
quise parecerme a otros que si son poetas,
que tal vez tuvieron la misma inspiración pensando en su boca.
Y es que nada se parecía a ella,
ni el brillar de la luna, ni el calorcito del sol;
ni siquiera la neblina que me envolvía, ni el silencio de mi habitación.
Y de repente le compuse un verso invisible
que susurre en su oído, y vi esa sonrisa semidormida,
algo en mi supuso que lo había escuchado,
algo en mi deseaba que estuviera soñando conmigo.
Y quise componerle más versos; pero no había poema
que igualara su respiración ni palabra suelta para comparar su rostro.
Aquella mañana no pude escribir, y muchas mañanas mas.
Aquella mañana se hizo de alas, despego de mi cama,
entró sin remedio la tarde y con ella una noche solitaria.
Aquella noche pude dormirme sin pensarla, queriendo no soñarla
y despertar sin acordarme de ella.

                                                                                               Jaso

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